jueves, 28 de enero de 2010

Perderse adentro



Por Facundo Ponce de León*


Viajar es, ante todo, aprender que perderse es encontrarse. Es un movimiento anclado en la paradoja y que se repite a lo largo de la vida. Salimos del hogar hacia la casa de los vecinos, nos perdemos al traspasar la manzana del barrio. Todo parece infinitamente lejos pero estamos a apenas cinco cuadras. Luego la escuela, el colegio, el liceo. Nos perdemos en el corredor, no sabemos para dónde queda el baño ni quién es el compañero de banco. A la semana ya sabemos un poco más. Todavía recuerdo cuando mis hermanas me enseñaron a volver en ómnibus y el día que olvidé chistar y me pasé una parada. Sólo me había alejado dos cuadras, pero temblaban las piernas cuando el 192 siguió su curso.

La amistad es abrir el círculo, salir de los lazos familiares propios y perderse en la vida de otras familias que empezamos a conocer. Y todos nuestros amigos fueron, al principio, extraños para nosotros. Tuvimos que viajar hacia ellos.

Volvemos a perdernos en la Universidad, se agranda nuestro círculo de movimientos por la ciudad, algunos llegan a la capital y se pierden al salir de Tres Cruces. Otros temen no volver a ver a sus amigos del liceo y se sorprenden por la variedad de edades que hay en un salón de Facultad. Nos perdemos, le erramos al salón y llegamos tarde a clase.

Algunos nos vamos del país y nos volvemos a perder: en el aeropuerto, en el metro, en la estación de tren, en calles repletas de seres anónimos que caminan para todos lados, muchos, tan perdidos como nosotros. Abrimos el mapa al revés y vamos en dirección Sur creyendo que es el Norte. Y siempre, como cuando salimos de la casa por primera vez, nos encontramos con uno mismo cada vez que nos perdemos.

Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) fue uno de los creadores de la llamada Teoría de la Bildung. Bildung quiere decir formación. Goethe junto a otros pensadores alemanes e ingleses crearon una teoría pedagógica que quería escapar de las creencias tecnócratas del aprendizaje que florecían en esa época. Para los defensores de la Bildung, la formación no es aprender a diseñar, a programar, a construir, a litigar, a escribir o a calcular. No es la adquisición de un saber sino la incorporación de una actitud para con el mundo. Para lograr esta actitud de apertura hacia el mundo y sus misterios, aconsejaban viajar, perderse. Sabían que, a fin de cuentas, el que se pierde es el que se encuentra.

Un artista vive inmerso en este proceso. Crear es siempre reinventarse, extrañarse del mundo, perderse y encontrarse. Una y otra vez. Si alguien quiere definir la diferencia entre un artista genuino y uno que no lo es, verá que el primero siempre pone patas para arriba sus propias creaciones y tiene, inserta en la piel, la extrañeza. Para los políticos este proceso es más difícil porque lo de ellos no es tanto crear como gestionar. Sin embargo, quien se dedica a la política tiene la oportunidad única de estar en contacto constante con gente y realidades desconocidas.

Mientras el artista se retuerce en su soledad para culminar la obra, el político viaja hacia la localidad inundada, hacia el país que lo invitó a celebrar un aniversario, hacia el departamento donde deben captarse votos. Todos estos viajes del político, deberían enfocarlos desde la Bildung. Son viajes de formación, donde el político debe perderse en lo que no conoce para encontrarse en lo que podría hacer por los demás.

Escribo esto desde Europa. Viviendo un enero repleto de nieve. Recordando que fue durante el verano cuando me perdí las primeras veces.

El otro día agarré un puñado de nieve y se me congeló la mano; mientras la colocaba alrededor de una taza de té caliente para que volviera el calor, me acordé del frío que sentí en Playa Verde, durante un baño con tormenta en la playa de los Lamas. No tendría ni 10 años. El sol despareció y en pocos minutos el cielo estaba negro y soplaba el viento. Nos dieron permiso para un baño de mar con lluvia. Corrimos y nos zambullimos. Abrí los ojos bajo el agua y no se veía nada. Salí a la superficie y todos en la playa corrían hacia los techos, los autos y las casas. No entendía cómo en un día de verano podía llegar el invierno de visita. Salí del agua tiritando y riendo. Mis padres me esperaban con una toalla y anunciaban un vascolet caliente, donde seguramente puse las manos como lo hice con la taza de té. A fin de cuentas, el puñado de nieve me llevó de vuelta al verano.


*Extraído de Freeway.

1 comentario:

Marso dijo...

Identificas algunas cosas de este texto? :)