miércoles, 23 de diciembre de 2009

Frida Kahlo



Ella es su creación. Un Dalí latinoamericano.
Reina, hechicera o india tehuana.
Inexacto límite entre lo onírico y lo real.
Paisaje de terciopelos, orquídeas y esclavas.
Mujer azul con bigotes rosáceos.
Metáfora, símbolo o señal de lo ardiente, sexo, fuego y muerte.

Ella fue para Diego lo que Dalí fue para Gala:
Excitación, sudor, sostén y locura.
Policromada cariátide de un templo griego,
Mural, tapiz de plumas, vuelo o escultura,
Joven virgen del thiasos lesbiano o perla gris
del Egeo, cuna, cama y sepultura.

Una trenza entre Narciso y los
espejos.
Desgarramiento lila. Oro azul de Coyoacán.
Volcánico alarido de la imagen femenina.
Ella es Frida y Frida su creación.
Tajo, solo tajo.
Pieza única de orfebrería.
Pesada oscura joya precolombina.


André Bretón

En el bulevar de los sueños rotos


Letra y música: Joaquín Sabina.

En el bulevar de los sueños rotos
vive una dama de poncho rojo,
pelo de plata y carne morena.
Mestiza ardiente de lengua libre,
gata valiente de piel de tigre
con voz de rayo de luna llena.

Por el bulevar de los sueños rotos
pasan de largo los terremotos
y hay un tequila por cada duda.
Cuando Agustín se sienta al piano
Diego Rivera, lápiz en mano,
dibuja a Frida Kahlo desnuda.

Se escapó de cárcel de amor,
de un delirio de alcohol,
de mil noches en vela.
Se dejó el corazón en Madrid
¡quien supiera reír
como llora Chavela!

Por el bulevar de los sueños rotos
desconsolados van los devotos
de San Antonio pidiendo besos
Ponme la mano aquí Macorina
rezan tus fieles por las cantinas,
Paloma Negra de los excesos.

Por el bulevar de los sueños rotos
moja una lágrima antiguas fotos
y una canción se burla del miedo.
Las amarguras no son amargas
cuando las canta Chavela Vargas
y las escribe un tal José Alfredo.

Las amarguras no son amargas
cuando las canta Chavela Vargas
y las escribe un tal José Alfredo.

Por el boulevar de los sueños rotos…

martes, 22 de diciembre de 2009

Un beso y una flor


Letra y música: Nino Bravo.


Dejaré mi tierra por ti,
dejaré mis campos y me iré,
lejos de aquí.
Cruzaré llorando el jardín,
y con tus recuerdos partiré
lejos de aquí.

De día viviré pensando en tu sonrisa,
de noche las estrellas me acompañarán.
Serás como una luz que alumbra en mi destino,
me voy pero te juro que mañana volveré.

Al partir un beso y una flor,
un te quiero, una caricia y un adiós.
Es ligero equipaje para tan largo viaje,
las penas pesan en el corazon.
Más allá del mar habrá un lugar donde el
sol cada mañana brille más.
Forjará mi destino las piedras del camino
lo que nos es querido siempre queda atrás.

Buscaré un lugar para ti,
donde el cielo se une con el mar
lejos de aquí.
Con mis manos y con
tu amor ploraré encontrar otra ilusión,
lejos de aquí.

De dia viviré pensando en tu sonrisa,
de noche las estrellas me acompañarán.
Serás como una luz que alumbra en mi camino,
me voy pero te juro que
mañana volveré.

Al partir un beso y una flor,
un te quiero,una caricia y un adiós.
Es ligero equipaje para tan largo viaje,
las penas pesan en el corazon.
Más allá del mar habrá un lugar donde el sol
cada mañana brille más.
Forjará mi destino las piedras del camino
lo que nos es querido siempre queda atrás.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Silvio


Por muchas razones, y hasta sinrazones, Silvio Rodríguez es un cantante fuera de serie. Cofundador, con Pablo Milanés, Noel Nicola, Vicente Feliú, Eduardo Ramos, Sergio Vitier (y aunque nadie sabe quién la bautizó así) de la Nueva Trova, ha aportado su indudable prestigio a un movimiento que revitalizó la canción cubana y la catapultó en el plano internacional. No obstante, aún dentro de un núcleo tan fermental, con el que siempre se sintió plenamente identificado, Silvio es un talante inconfundible.

Curiosamente, su voz no es cálida ni grave ni particularmente seductora, sino más bien aguda, de un timbre casi metálico y sin embargo frágil. Al escucharlo, uno llega a temer que en cualquier momento se le quiebre, y ese riesgo ( que en su caso no es deliberadamente buscado sino más bien lo asume como algo irremediable) también forma parte de su extraño atractivo. Con características que en cualquier otro cantante serían anticarismáticas, Silvio funda precisamente su carisma. Quizá el secreto resida en que siempre transmite una gran sinceridad, una honestidad a toda prueba, un no aparentar lo que no es, y, en estos tiempos de famas prefabricadas, de engendros de la machacona y mistificadora publicidad, esa actitud, a la que el público accede sin intermediarios, significa una bocanada de aire fresco en un ámbito, como el del espectáculo, por lo común tan especulativo como artificial.

Salvo en casos excepcionales, Silvio es autor de la letra y la música de sus canciones. Como en los ejemplos de Pablo Milanés, Chico Buarque. Viglietti, Serrat, Aute y no muchos más, esa doble autoría otorga a sus producciones una unidad esencial. Sean o no el resultado de un desarrollo paralelo, letra y música aparecen como gemelas (jimaguas, diría en Cuba), copartícipes en el acto de la parición. Fundamentalmente, las letras de Silvio, sobre todo las que crea a partir de una duramente adquirida madurez, tienen un nivel textual tan afortunado que (algo no demasiado frecuente en los cantores populares) conservan su validez política aun sin el básico soporte de la música. Alguna vez he sostenido, y su trayectoria posterior corrobora ni diagnóstico marginal, que Silvio es un poeta que canta, y más aun: que es uno de los poetas más talentosos de su generación.

Siempre recordaré como conocí a Silvio y a Pablo en La Habana, allá por el año 1966. Era mi primera visita a Cuba. Unos amigos me habían invitado a cenar en su casa y me anunciaron que más tarde vendrían dos cantantes muy jóvenes, todavía casi desconocidos. Por fin llegaron con sus guitarras y cantaron cinco o seis canciones cada uno. Tuve la rara sensación de que asistía a un viraje importante de la canción cubana: por un lado estaba presente la tradición trovadoresca, y por el otro una propuesta asombrosamente innovadora, que transformaba, enriqueciéndolos, los ritmos heredados e insertaba en las letras un sentido tan comunicativo como el de la poesía conversacional, entonces en pleno desarrollo en América Latina. Varios años después, escuchándolos de nuevo en textos y música de más rigurosa factura, les pedí que cantaran aquellas letras primigenias que les había escuchado en el 66. Pero no las recordaban. Lo cierto es que en ese lapso habían creado tan frenéticamente nuevos cantos, que aquellos iniciales, tan importantes para mí, habían sido cubiertos por su propio olvido.

Este libro de Joseba Sanz tiene un valor inapreciable: inserta la obra del cantante en su vida, las sigue a ambas paso a paso, estrofa a estrofa. No es sólo una cronología ampliada, sino un curriculum espiritual, una efemérides de estado de ánimo. Por primera vez el oyente de Silvio podrá aquilatar no sólo una ruta artística sino también un recorrido vital. Podrá comprobar así que el mayor compromiso (palabra hoy tan subestimada por la dejadez postmodernista) de Silvio es con la vida, a la que no canta de lejos sino metida en ella hasta en los tuétanos. Participando en la campaña de alfabetización, embarcando hasta África en el barco pesquero Playa Girón, empuñando un fusil para defender su Revolución, arriesgando su vida en Angola, cantándole al amor desde el amor, aprendiendo a tratar de igual a igual a las mujeres de su vida, creciendo con sus hijos, la trayectoria de Silvio es el hilo conductor de su canto, y cuando los públicos, leales y fervientes, de cualquiera de los tres mundos, lo aplauden con denuedo y naturalidad, no sólo están premiando su arte, también su coherencia, su fidelidad a la Revolución y a sí mismo, su capacidad de trabajo y su rigor, su calidad humana. Silvio nunca será un mito; no viaja con su pedestal a cuestas. Sus públicos lo saben y tal vez por eso lo tratan como a un querido y sencillo compañero, que les canta y les dice las felicidades y las desdichas que ellos también quisieran cantar y decir tan entrañablemente como él.


Mario Benedetti

viernes, 18 de diciembre de 2009

Himno de mi corazón


Letra y música: Los abuelos de la nada.

Sobre la palma de mi lengua
vive el himno de mi corazón.
Siento la alianza más perfecta
que injusticia a media voz.
La vida es un libro útil
para aquel que puede comprender,
tengo confianza en la balanza
que inclina mi parecer.
Nadie quiere dormirse aquí
algo puedo hacer.
Tras haber cruzado la mar
te seduciré,
por felicidad yo canto.
Nada me abruma ni me impide
en este día que te quiera amor,
naturalmente mi presente busca
flores, es de a dos.
Nada hay que nada prohiba
ya te veo andar en Libertad
que no se rasgue como seda
el clima de tu corazón.
Nadie quiere dormirse aquí
algo debo hacer.
Tras haber cruzado la mar
te seduciré,
sólo por amor lo canto.

jueves, 17 de diciembre de 2009



"Escoge a una mujer de la cual puedas decir: hubiera podido escogerla más bella,
pero no mejor."


Pitágoras

La mujer celosa cree todo lo que la pasión le sugiere.

Íntima



Yo te diré los sueños de mi vida
en lo más hondo de la noche azul...
Mi alma desnuda temblará en tus manos,
sobre tus hombros pesará mi cruz.

Las cumbres de la vida son tan solas,
¡tan solas y tan frías!
Yo encerré mis ansias en mi misma, y toda entera
como una torre de marfil
me alcé.

Hoy abriré a tu alma el gran misterio;
ella es capaz de penetrar en mí.
En el silencio hay vértigos de abismos:
yo vacilaba, me sostengo en ti.

Muero de ensueños; beberé en tus fuentes
puras y frescas la verdad; yo sé
que está en el fondo magno de tu pecho
el manantial que vencerá mi sed.

Y sé que en nuestras vidas se produjo
el milagro inefable del reflejo...
En el silencio de la noche mi alma
llega a la tuya como un gran espejo.

¡Imagina el amor que habré
soñado en la tumba glacial de mi silencio!
Más grande que la vida, más
que el sueño, bajo el azur sin fin se sintió preso.

Imagina mi amor,
mi amor que quiere
vida imposible, vida sobrehumana,
tú sabes que si pesan, si consumen
alma y sueños de olimpo en carne humana.

Y cuando frente al alma que sentía
poco el azur para bañar sus alas
como un gran horizonte aurisolado
o una playa de luz, se abrió tu alma:

¡Imagina!
¡Estrechar, vivo, radiante
el imposible! ¡La ilusión vivida!
Bendije a dios, al sol, la flor, el aire
¡la vida toda porque tu eras vida!

Si con angustia yo compre esta dicha,
¡bendito el llanto que manchó mis ojos!

¡Todas las llagas del pasado ríen
al sol naciente por sus labios rojos!

¡Ah! tú sabrás mi amor; mas vamos lejos,
a través de la noche florecida;
acá lo humano asusta, acá se oye,
se ve, se siente sin cesar la vida.

Vamos más lejos en la noche, vamos
donde ni un eco
repercuta en mí,
como una flor nocturna allá en la sombra
me abriré dulcemente para ti.

Delmira Agustini

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Te quiero



Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos,
te quiero porque tus
manos trabajan por la justicia.

Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo,
somos mucho más que dos.

Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada,
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.

Tu boca que es tuya y mía,
tu boca no se equivoca,
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía.

Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo,
y en la calle codo a codo,
somos mucho más que dos.

Y por tu rostro sincero
y tu paso vagabundo,
y tu llanto por el mundo,
porque sos pueblo te quiero.

Y porque amor no es aureola
ni cándida moraleja,
y porque somos pareja,
que sabe que no está sola.

Te quiero en mi paraíso,
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso.

Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo,
y en la calle codo a codo,
somos mucho más que dos.

Mario Benedetti

martes, 15 de diciembre de 2009

Lo que siento por ti



Lo que siento por ti es tan difícil.
No es de rosas abriéndose en el aire,
es de rosas abriéndose en el agua.

Lo que siento por ti. Esto que rueda
o se quiebra con tantos gestos tuyos
o que con tus palabras despedazas
y que luego incorporas en un gesto
y me invade en las horas amarillas
y me deja una dulce sed doblada.

Lo que siento por ti, tan doloroso
como pobre luz de las estrellas
que llega dolorida y fatigada.

Lo que siento por ti, y que sin embargo
anda tanto que a veces no te llega.


Idea Vilariño

lunes, 14 de diciembre de 2009

Cafetín de Buenos Aires


Música: Mariano Mores
Letra: Enrique Santos Discepolo



De chiquilín te miraba de afuera
como a esas cosas que nunca se alcanzan...
La ñata contra el vidrio,
en un azul de frío,
que sólo fue después
viviendo igual al mío...
Como una escuela de todas las cosas,
ya de muchacho me diste entre asombros:
el cigarrillo,
la fe en mis sueños
y una esperanza de amor.

Cómo olvidarte en esta queja,
cafetín de Buenos Aires,
si sos lo único en la vida
que se pareció a mi vieja...
En tu mezcla milagrosa
de sabihondos y suicidas,
yo aprendí filosofía... dados... timba...
y la poesía cruel
de no pensar más en mí.

Me diste en oro un puñado de amigos,
que son los mismos que alientan
mis horas:
(José, el de la quimera...
Marcial, que aún cree y espera...
y el flaco Abel que se nos fue
pero aún me guía....).
Sobre tus mesas que nunca preguntan
lloré una tarde el primer desengaño,
nací a las penas,
bebí mis años
y me entregué sin luchar.

¡Adiós!



Las cosas que mueren jamás resucitan,
las cosas que mueren
no tornan jamás.
¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda
es polvo
por siempre y por siempre será!
Cuando los capullos caen de la rama
dos veces seguidas no florecerán...
¡Las flores tronchadas por el viento impío
se agotan por siempre, por siempre jamás!
¡Los días que fueron, los días
perdidos, los días inertes ya no volverán!
¡Qué tristes las horas que se
desgranaron bajo el aletazo de la soledad!
¡Qué tristes las sombras, las
sombras nefastas,
las sombras creadas por nuestra maldad!
¡Oh, las cosas
idas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que así se nos van!
¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!...
—de llagas infectas—
¡cúbrete de mal!...
¡Que todo el que llegue se muera al tocarte,
corazón maldito que inquietas mi afán!
¡Adiós para siempre mis dulzuras todas!
¡Adiós mi alegría llena de bondad!
¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que no vuelven más!

Alfonsina Storni

viernes, 11 de diciembre de 2009

Balada para un loco



Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, ¿viste?
Salís de tu casa, por Arenales.
Lo de siempre: en la calle y en vos. . . Cuando, de
repente, de atrás de un árbol, me aparezco yo. Mezcla rara de penúltimo linyera
y de primer polizonte en el viaje a Venus: medio melón en la cabeza, las rayas
de la camisa pintadas en la piel, dos medias suelas clavadas en los pies, y una
banderita de taxi libre levantada en cada mano. ¡Te reís!... Pero sólo vos me
ves: porque los maniquíes me guiñan; los semáforos me dan tres luces celestes, y
las naranjas del frutero de la esquina me tiran azahares.
¡Vení!, que así,
medio bailando y medio volando, me saco el melón para saludarte, te regalo una
banderita, y te digo...

Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao...
No ves que va la luna rodando por Callao;
que un corso de astronautas y
niños, con un vals,
me baila alrededor... ¡Bailá! ¡Vení! ¡Volá!

Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao...
Yo miro a Buenos Aires del nido de
un gorrión;
y a vos te vi tan triste... ¡Vení! ¡Volá! ¡Sentí!...
el loco berretín que tengo para vos:

¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Cuando anochezca
en tu porteña soledad,
por la ribera de tu sábana vendré
con un poema y
un trombón
a desvelarte el corazón.

¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Como un acróbata demente saltaré,
sobre el abismo de tu escote hasta sentir
que enloquecí tu corazón de libertad...
¡Ya vas a ver!

Salgamos a volar,
querida mía;
subite a mi ilusión super-sport,
y vamos a correr por las cornisas
¡con una golondrina en el motor!

De Vieytes nos aplauden:
"¡Viva! ¡Viva!",
los locos que inventaron el Amor;
y un ángel y un
soldado y una niña
nos dan un valsecito bailador.

Nos sale a saludar
la gente linda...
Y loco, pero tuyo, ¡qué sé yo!:
provoco campanarios
con la risa,
y al fin, te miro, y canto a media voz:

Quereme así, piantao, piantao, piantao...
Trepate a esta ternura de locos que hay en mí,
ponete esta peluca de alondras, ¡y volá!
¡Volá conmigo ya! ¡Vení, volá,
vení!

Quereme así, piantao, piantao, piantao...
Abrite los amores
que vamos a intentar
la mágica locura total de revivir...
¡Vení, volá,
vení! ¡Trai-lai-la-larará!


¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!
Loca ella y loco
yo...
¡Locos! ¡Locos! ¡Locos!
¡Loca ella y loco yo



Polaco Goyeneche

Carta



Te escribo en una hojita de papel
caída del cuaderno del hijo
con
una vaca un burro
sumas restas
esta carta que te enviaré jamás
tiene
delicias y tristezas
y cuando la leías
te ponías muy dulce
porque yo
no escribía nada
pero cantaban los pájaros
azules de la izquierda
volaban a tu sombra y callaban
con los ojos abiertos
como memorias
en la noche.

Juan Gelman

jueves, 10 de diciembre de 2009

Silencio (fragmento)



" Se puede pensar rápidamente en el día que pasó.
O en los amigos que pasaron y para siempre se perdieron, pero es inútil huir: el silencio está ahí.
Aún el sufrimiento peor, el de la amistad perdida, es sólo fuga.
Pues si al principio el silencio parece aguardar una respuesta -cómo ardemos por ser llamados a responder-, pronto se descubre que de ti nada exige, quizás tan sólo tu
silencio.
Cuántas horas se pierden en la oscuridad suponiendo que el silencio te juzga, como esperamos en vano ser juzgados por Dios.
Surgen las justificaciones, trágicas justificaciones forzadas, humildes disculpas hasta la indignidad. Tan suave es para el ser humano mostrar al fin su indignidad y ser perdonado con la justificación de que es un ser humano humillado de nacimiento. Hasta que se descubre que él ni siquiera quiere su indignidad. Él es el silencio. "


Clarice Linspector

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Poema del amigo




Se busca un amigo.
No importa que sea hombre o
mujer, basta que sea humano,
basta que tenga sentimientos, basta que tenga corazón.
Se necesita que sepa hablar y callar, y sobre todo que
sepa escuchar.
Tiene que disfrutar de la poesía, de
la madrugada, de los pájaros, del sol, de la luna,
del canto, de los vientos y de las canciones de la
brisa.
Debe tener amor, un gran amor por alguien,
o sentir entonces la falta de ese amor. Debe amar
al prójimo y respetar el dolor que los peregrinos
llevan consigo.
Debe guardar el secreto sin sacrificio.
Debe hablar siempre de frente y no
traicionar con la mentira y la deslealtad. No debe
tener miedo de
enfrentar nuestra mirada...

Se busca un amigo para compartir los
mismos gustos, que se conmueva cuando es tratado de
amigo.
Que sepa conversar de cosas simples, de
lloviznas y aguaceros. Se precisa un amigo
para no enloquecer, para contar lo que se vio de bello y de
triste, de los anhelos y de las realizaciones, de los
sueños y de la realidad.
Deben gustarle las calles desiertas, los charcos de agua y los caminos, el
borde de la calle y acostarse en el pasto.
Se precisa un amigo que nos diga que merece la pena
vivir, no porque la vida es bella, sino porque estamos juntos.
Se necesita un amigo para dejar de llorar, para no vivir de cara al pasado.
Que nos palmee los hombros, sonriendo o llorando, pero
que nos llame amigo, para tener conciencia de que
aún estamos vivos.

Vinicius de Moraes

martes, 8 de diciembre de 2009

Las calles



Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraña.
No las ávidas calles,
incómodas de turba y ajetreo,
sino las calles desganadas del barrio,
casi invisibles de habituales,
enternecidas de penumbra y de ocaso
y aquellas más afuera
ajenas de árboles piadosos
donde austeras casitas apenas se aventuran,
abrumadas por inmortales distancias,
a perderse en la honda visión
de cielo y llanura.
Son para el solitario una promesa
porque millares de almas singulares las pueblan,
únicas ante Dios y en el tiempo y sin duda preciosas.
Hacia el Oeste, el Norte y el Sur
se han desplegado -y son también la patria- las calles;
ojalá en los versos que trazo estén esas banderas.
Jorge Luis Borges

lunes, 7 de diciembre de 2009

El nombre de la rosa (fragmento)



" Guillermo se sentía profundamente humillado. Traté de consolarlo, diciéndole
que hacía tres días que estaba buscando un texto en griego y era natural que
hubiese descartado todos los libros que no estaban en griego. El respondió que
sin duda es humano cometer errores, pero que hay seres humanos que los cometen
más que otros, y a estos se los llama tontos, y que él se contaba entre estos
últimos, y se preguntaba si había valido la pena que estudiase en París y Oxford
para después no ser capaz de pensar que los manuscritos también se encuadernan
en grupos, cosa que hasta los novicios saben, salvo los estúpidos como yo, y una
pareja de estúpidos tan buena como la nuestra hubiera podido triunfar en las
ferias, y eso era lo que teníamos que hacer en vez de tratar de resolver
misterios, sobre todo cuando nos enfrentábamos con gente más astuta que
nosotros.
(...)
El diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es
la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la
duda. El diablo es sombrío porque sabe adonde va, y siempre va hacia el sitio
del que procede. Eres el diablo, y como el diablo vives en las tinieblas. Si
querías convencerme lo has logrado. Te odio, Jorge, y si pudiese te sacaría a la
explanada y te pasearía desnudo. "

Umberto Eco

Rostro de vos



Tengo una soledad
tan concurrida
tan llena de nostalgias Alineación al centro
y de rostros de vos
de adioses hace tiempo
y besos bienvenidos
de primeras de cambio
y de último vagón.

Tengo una soledad
tan concurrida
que puedo organizarla
como una procesión
por colores
tamaños
y promesas
por época
por tacto
y por sabor.

Sin temblor de más
me abrazo a tus ausencias
que asisten y me asisten
con mi rostro de vos.

Estoy lleno de sombras
de noches y deseos
de risas y de alguna
maldición.

Mis huéspedes concurren
concurren como sueños
con sus rencores nuevos
su falta de candor
yo les pongo una escoba
tras la puerta
porque quiero estar solo
con mi rostro de vos.

Pero el
rostro de vos
mira a otra parte
con sus ojos de amor
que ya no aman
como víveres
que buscan su hambre
miran y miran
y apagan mi jornada.

Las paredes se van
queda la noche
las nostalgias se van
no queda nada.

Ya mi rostro de vos
cierra los ojos
y es una soledad
tan desolada.


Mario Benedetti

domingo, 6 de diciembre de 2009

Niño exiliado


“Nuestros niños son nuestra historia social, advierte el autor, al referirse al chico cuyos síntomas expresaban el temor a estar eternamente condenado a elegir entre un dilema de hierro: traicionar la causa de sus padres para poder salvarse o tener que inmolarse como ellos y por ellos”.


El espacio del síntoma, en el análisis de niños, es también escenario de una historia social que impone su presencia y torna estéril cualquier intento por silenciarla. Nuestros niños son nuestra historia. Cada generación se apropia de la historia al advenir a ella y encarna los mitos de las que la preceden. Nuestros niños, como historia nuestra, son testigos-testimonio de un proyecto genocida, de una empresa de exterminio y, en cada síntoma, en el más banal de los síntomas del menos neurótico de nuestros niños, habla el espanto y la tragedia que amenaza repetirse a cada paso. Nuestros niños y nosotros, en el más aséptico análisis individual, estamos marcados por los mismos horrores.

Me referiré a Andrés, un pibe que analicé cuando regresé del exilio, allí por 1985. Tengo presente su mirada celeste, tierna, escrutando mi lugar y mi persona. Frente a mí está ese pibe rubio de nueve años, obediente, educadito. Está turbado. Cuando nuestras miradas se entrecruzan, se ruboriza; con su inhibición y su vacilación me va dejando entrever que no está cómodo, que no sabe qué hacer. Pasa así un largo rato y la impaciencia –la suya, la mía– aumenta. Entonces, ¿qué vamos a hacer si ni él sabe decir ni yo preguntar?

Andrés tenía poco menos de dos años cuando lo encontraron acurrucado en la bañera, vestido. La puerta del departamento estallada, los estragos de la violencia militar por doquier y, desde entonces, la ausencia definitiva de los padres. Una vecina lo recogió y luego lo cuidaron compañeros de militancia de los padres y familiares; pocos meses después, su abuela lo recibió, cuando aún no había aprendido a hablar, en lo que llegó a ser un confortable exilio parisino. De allí regresó a los nueve años, en marzo de 1985, y aquí nos encontramos. Vivía entonces solo con su mamá (su abuela) y su único síntoma: una otitis crónica con perforación del tímpano, por lo que “hay que cuidarlo mucho y no dejarlo salir” en invierno “por el frío, ¿sabe?”. En verano no puede ir a la pileta por aquello de meter la cabeza en el agua.

Extraña París, claro; se conmueve –y me conmueve– cuando habla de su perrito francés que no pudo traer.

–Si perdí a mi perrito, entonces, es que siempre voy a perder las cosas que quiero.

En nuestro segundo encuentro vacila, pero finalmente se decide:

–Te voy a hacer un dibujo –dice.

Es un hombre con la camiseta del seleccionado argentino, en medio de un camino absolutamente desolado.

–En París tengo un amigo. Federico se llama. Federico también es exiliado, pero él se quedó allí. El perrito está con Federico.

El “exiliado” resonó con la intensidad de un escalofrío. Funcionó como clave y contraseña. Entonces, me dispara un:

–Vos también estuviste exiliado, ¿no?

Entonces, el turbado soy yo, que no sé cómo hablar ni cómo callar. Pienso que llevo más de veinte años de oficio. Podría haber aprendido a ser más eficaz, me digo. Siento la misma precariedad de un novato; o peor. Y para colmo, allí está él, que me asedia con su mirada cándida y su palabra. Sé que ahora lo escribo como antes respondí en silencio. No obstante, para mi asombro, “exiliado” funcionaba.

Funcionó como clave articulante entre el perrito y Federico, ausentes, y yo, un desconocido presente a encontrar. Sólo que ese encuentro no estaba fundado en la competencia de mi práctica psicoanalítica –testimonio de un saber–, sino que partía de un equívoco de creencias: Andrés pensaba que podía confiar en mí, que yo podía entenderlo, más que como psicoanalista, como exiliado. Y yo pensaba que no era mi saber competente sino la incomodidad de mi silencio la que había habilitado el lugar para que sus dibujos y sus palabras comenzaran a fluir. Y fluyeron. Llegaron las sesiones, los juegos, los dibujos, las asociaciones y los sueños.

Si contenido hubo en las sesiones, eso que solemos llamar “material”, porque lo produce el paciente; si intervenciones hubo, eso que solemos llamar “interpretaciones”, porque las dice un analista, versaron sobre cómo la pérdida y el dolor llevan a sentimientos de vergüenza. Y la vergüenza es una dificultad muy grande. La vergüenza es difícil de decir y es difícil de callar. Pues bien, con esa vergüenza, con esa dificultad, estábamos.

A partir de aquí, Andrés se volvió animoso, como la democracia del ’85, y empezó a coleccionar calcomanías. Le parecieron lógicas –ya que su papá desaparecido se llamaba Ricardo– aquellas con la banderita argentina como fondo de “R.A.”.

Con ellas intenta ocupar (opacar) el vidrio de su ventana hasta que la habitación queda prácticamente a oscuras.

Junta, colecciona, acumula calcomanías y se lamenta por no conseguir “de las de antes”, aquellas que se había perdido.

Puedo reconstruir, ahora, algo de lo que entonces le dije sobre su infancia perdida, como un tiempo lejano, inapropiable, opaco. Algo sobre el dolor resultante de esa opacidad y sus esfuerzos por recuperar, guardar, atesorar, coleccionar al fin, aquello donde él se reconoce. Aquello que lo representa y refleja.

–Sí, pero se me pierden –rezonga–. Nunca las encuentro. Si no las pego en el vidrio, se me pierden. Yo nunca encuentro lo que guardo. No sé dónde las pongo. Mi mamá dice que, si sigo así, algún día voy a perder la cabeza.

Entonces, a través de estas pistas –transparentes en su opacidad–, a partir de estos indicios, tan sabios como ingenuos, se inauguró el análisis; se hizo un espacio para que la palabra alusiva, en la que asoma y se esboza la trampa del texto inconsciente, ocupara el lugar del decir indeterminado de los síntomas.

Si la presencia del síntoma es la pérdida y el olvido: ¿qué silencio le hace estallar el oído? ¿Qué no-recordado se repite como supuración por ese agujero en el tímpano? Pues, al escurrirse, intenta encontrar una salida, que es fallida, al no estar ligada a la verdad que la causa. Si la cura esperada es que el agujero se cierre para posibilitar la salida (impedida en invierno “por el frío ¿sabe?”, y en el verano por el peligro de meter la cabeza en el agua) damos con la paradoja de que el agujero no lo deja salir. Y se hace coherente, entonces, la culminación del proceso: cuando toda la ventana queda cubierta de calcomanías “R.A.” cesa la supuración y cicatriza la herida.

Calcomanías

Por primera vez en muchos años, Andrés está cerrado; su oído, sano. Y, mientras dibuja aviones de despegue vertical y globos aerostáticos, comenta, como telón de fondo, el juicio a los militares que hicieron desaparecer a sus padres y que se escurren por el agujero, rajadura, de una ley fallida. Cuando, en Semana Santa, Raúl Alfonsín lo convoca para ser testigo de su desmoronamiento, Andrés, al regreso de la manifestación en la Plaza, defraudado, dolido, despega las calcomanías; el vidrio de su ventana se hace transparencia y vacío.

Con el presidente que se le cae, caen las calcomanías y aparecen los miedos.

Tiene miedo a la ventana abierta y al balcón. Cierra todo: postigos y cortinas. Es invierno y no importa, pero, cuando llega diciembre y hace calor, Andrés prefiere soportarlo antes que abrir la ventana. Está doblemente aterrado: por la ventana abierta y por la irracionalidad de “eso” que le pasa. Y algo más: el viento, el rugido del viento. Ese silbido que lo asusta y lo angustia, y que en un piso alto es inevitable.

Llega marzo, abril: primer aniversario de la Semana Santa Trágica y el presidente –“lamentable”, me dice– habla por televisión. Cuando le digo que, seguramente, le duele haber visto a Alfonsín haciendo el ridículo, “cayéndose”, y que él quisiera poder valorarlo más y también hacerse valer, volar y tener valor para salir al balcón sin temores, me cuenta un chiste:

–¿A que no sabés en qué se parecen Olmedo, Monzón y Alfonsín? En que cada vez que salen al balcón, hacen cagadas.

Por entonces, Andrés abre sin miedo la ventana y sale triunfante al balcón.

Hasta aquí, tres años han pasado desde nuestro primer encuentro. Años en que tal vez, más que pensar los contenidos, importa rescatar que hubo encuentro, que hubo un lugar en donde Andrés pudo decirse y yo, escucharlo. Un lugar en donde pudo decirse la historia.

Que sus padres desaparecidos, sin enterrar, retornarán mil veces y como rugido silbante, intentarán entrar por la ventana abierta, me parece una evidencia tan obvia que no vale la pena anticiparla.

Que el miedo de Andrés a la ventana abierta es el anhelo de saltar por la ventana, me parece una evidencia que, aun así, llamará a la polémica.

Pero afirmar que la angustia por el desmoronamiento de Raúl Alfonsín es un síntoma de excelente salud, miedo al fracaso del padre, temor a la caída que impida el propio fracaso y la propia caída es, tal vez, menos evidente y más audaz.

Es entonces cuando intentar fortalecer y valorar la posición del padre, aunque sea a costa de tenerle miedo al espacio vacío, ventana afuera, se nos impone como camino posible de la cura.

Porque la ventana cerrada protege de la violencia exterior que derribó la puerta años atrás y, también, del viento rumoroso. Pero el miedo al viento como objeto es mucho más, es miedo a ser objeto del viento. Es el temor a estar eternamente condenado a elegir entre un dilema de hierro: traicionar la causa de sus padres para poder salvarse o tener que inmolarse como ellos –y por ellos– para saldar su falla. Destino de sobreviviente después de la masacre, ir para donde lo lleve el viento engañado en su ilusión de volar o caer ante la ausencia de una referencia paterna que le impida zafar del vendaval.

Entonces, se ilumina. Tiene que hacer un dibujo conmemorativo del Primero de Mayo y sabe, claro está, de los mártires de Chicago. Pero no. Elige una escena porteña. Un gran cartel en medio de la calle: “HOMBRES TRABAJANDO” y, detrás, un policía blandiendo el bastón sobre la cabeza de un trabajador.

Se divierte en la sesión mientras lo dibuja y le sale “copante”. No obstante, en la sesión siguiente, me cuenta que cambió de opinión y que no lo presentó. En su reemplazo hizo otro “menos político”.

–Vos sabés. No me conviene que el profesor de dibujo, que es medio facho, se ensañe conmigo. Ni es bueno que yo me regale así nomás.

Si propongo este fragmento clínico es porque en la presencia elemental del síntoma de Andrés, en la supuración de su oído, en la fobia a la ventana, en el miedo al viento, todo se anuda, la trama confluye y torna inútil la pretensión abarcativa de comprender psicoanalíticamente –o sólo psicoanalíticamente– el síntoma y su destino.

El tímpano y la ventana soportan la angustia que a su vez condensa una historia individual y social que en el proceso terapéutico me incluye y torna interminable su análisis.

Sería esquemático y simplista establecer una continuidad entre el fantasma y lo social. Todo se superpone. En la historia de Andrés, las dos vertientes hacen coalescencia o telescopan las escenas. Y esta escena me incluye y me interpela.

Si propongo este fragmento es para buscar en su lectura, como quien lee un diccionario compacto y minúsculo –cuerpo infantil–, el trazo elocuente de nuestra historia de hoy: historia de un país, de una familia, de un niño. Ese trazo histórico, ese latigazo encarnado, ese sujeto hecho síntoma es, claro, núcleo de verdad histórica. Testimonio mortífero. Marca de violencia. Violencia que ocupa, prepotente, el lugar protector, habilitante, de la ley. Violencia que lo dejó huérfano, que lo arrojó al exilio y que hace retorno en el cuerpo agujereado y supurante; en el miedo a la ventana abierta por la que, acaso, pueda caer o se cuele el viento.

Pero ¿qué violencia? ¿La del régimen que hizo desaparecer a sus padres o la de sus padres que, al desafiar al régimen, lo abandonaron? ¿Actualización contingente, a los doce años, de sus fantasías parricidas o sufrimiento por tenerlas vedadas? ¿Desajuste, esfuerzo de adaptación de un casi francesito en migración, desexilio, que vuelve a una patria a la que, se sabe, uno nunca vuelve, siempre va, porque ya es otra?

Han pasado casi veinticinco años desde nuestro primer encuentro, aquel de las miradas anhelantes y turbadas. Veinticinco años en los que, tal vez, más que pensar los contenidos pertrechados de mi doctrina (episteme con el que pudiera articular cierto discurso explicativo), importa rescatar que hubo encuentro, que hubo un lugar en donde Andrés pudo jugarse y decirse y en donde yo pude escucharlo. Andrés terminó su análisis en 1989 y desde entonces nos hemos vuelto a ver, ocasionalmente. Una de ellas, cuando el decreto que indultó a los militares volvió a reactualizar el horror del desamparo.


Extractado de un artículo incluido en Subjetividad y contexto–Matar la muerte, coordinado y prologado por Gregorio Kazi, que también incluye textos de Enrique Carpintero, Ivan Fina (coord.), Horacio C. Foladori, Gilou García Reinoso, Alfonso Lans, Daniel Navarro, Marcelo Percia, Alberto Sava (coord.) y William Siqueira Peres. El libro será presentado el próximo sábado de 11.15 a 12.45 en el Congreso de Salud Mental y Derechos Humanos de Madres de Plaza de Mayo. (Por Juan Carlos Volnovich). Extraído de Página 12.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Hacia una sociedad de la incomunicación (fragmento)


" El mundo nunca ha sido tan desigual económicamente ni tan igualizador en cambio en relación con las ideas y la moral. Hay una uniformidad obligatoria, hostil a la diversidad cultural del planeta. La nivelación cultural ni siquiera puede medirse. Los medios de comunicación de la era electrónica al servicio de la incomunicación humana están imponiendo la adoración unánime de los valores de la sociedad neoliberal. Jamás la tecnología de las comunicaciones estuvo perfeccionada; y sin embargo nuestro mundo se parece cada día más a un reino de mudos. La propiedad de los medios masivos se concentra más y más en pocas manos; los medios dominantes están controlados por un puñado de poderosos que tienen el poder para dirigirse al mayor número de ciudadanos a través del planeta. Nunca antes tantos hombres fueron mantenidos en la incomunicación por un grupo tan pequeño.
El número de aquellos que tienen derecho a escuchar y a mirar no cesa de aumentar, mientras que se reduce vertiginosamente la cantidad de los que poseen el privilegio de informar, de expresarse, de crear. La dictadura única, impone en todas partes un mismo modo de vida, y confiere el título de ciudadano ejemplar al consumidor dócil, a escala planetaria, con arreglo a un modelo propuesto para la televisión comercial norteamericana.
El ejemplo de la mayor televisión pública europea está muy lejos de haberse internacionalizado; en revancha, las cuatro esquinas del globo y la propia Europa, han resultado conquistadas por ese venenoso coctel de sangre, de Valium y de publicidad que caracteriza a la televisión privada de los Estados Unidos.
En ese mismo mundo sin alma que nos presentan los medios como el único posible, los mercados han sustituido a los pueblos; los consumidores a los ciudadanos, las empresas a las naciones y a las ciudades. Las competencias comerciales a las relaciones humanas. Nunca antes la economía mundial fue tan poco democrática, y jamás el mundo más escandalosamente injusto. Las desigualdades, según las cifras de las Naciones Unidas y el Banco Mundial, se han duplicado.
Ese mundo de finales de siglo, paradisíaco para algunos e infernal para la mayoría está marcado con hierro rojo por una paradoja. En primer lugar, la economía mundial necesita un mercado en perpetua expansión para que las tasas de beneficio no se desplomen. Al propio tiempo precisa, por idénticas razones, de brazos que trabajen a precios de miseria en los países del Sur y del Este.
Segunda paradoja, corolario de la primera: el Norte dicta, de manera cada vez más autoritaria, órdenes a esos países del Sur y del Este para que importen y consuman más, pero lo que en ellos se multiplica son las mafias, la corrupción y la inseguridad. Las neo-sociedades de consumo emiten mensajes de muerte. La varita mágica de los créditos, la deuda externa que se hincha hasta la explosión permite procurar nuevos productos inútiles a la mayoría de los consumidores. La televisión se encarga de transformar en necesidades reales las demandas artificiales que el Norte inventa sin cesar y que expande exitosamente en todo el mundo. Incluso, en las heladas aguas del mercado, los náufragos son más numerosos que los que disfrutan de la travesía. "
Eduardo Galeano

La enamorada


Ante la lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra Alejandra no lo niegues.

hoy te miraste en el espejo
y te fuiste triste estabas sola
y la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió

enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado

oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú

te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!

Alejandra Pizarnik

jueves, 3 de diciembre de 2009

Pepe: ¿Presidente en pantuflas? Por Jorge Lanata



Son tipos raros. A mediados del '84,cuando se resquebrajaba la dictadura del general Gregorio "Goyo" Alvarez,hijo del general Gregorio Alvarez Lezama, nieto del general Gregorio Alvarez, el pequeño dictadorcito de 1,70 metro que gobernó el Uruguay entre el '81 y el '85, vi cómo cientos de señoras con cacerolas salían a los balcones de la Rambla para apoyar el paro de colectiveros.

Tipos y minas raros: en el barrio de La Teja se organizaba la pobreza de Montevideo en ollas populares; en cada olla, además de comida, había un psicólogo. Y había, también, consultas populares para todo: se vencía el alquiler del Café Sorocabana, en la esquina de la Plaza y 18 desde 1939, y miles de firmas se unieron para impedirlo. Los avisos del bar en los diarios, en medio de aquella campaña, decían simplemente: "Discuta. Sorocabana", o "Lea poesía. Sorocabana". El bar, que llegó a vender 20 mil pocillos en un día, aquel en el que terminó la Segunda Guerra en 1945, tuvo que cerrar su local de la Avenida y mudarse a la calle Yi. Era el último de una dinastía que sólo se prolongaba en la ciudad de Durazno, donde otra sucursal con el mismo mobiliario y estilo pero impedida de seguir con la marca decidió poner en la puerta: "Ex Sorocabana". Gente rara.

Ahora uno de los más raros, el tipo que sostiene que las hormigas gritan, está a punto de convertirse en presidente del país. El Pepe, el Viejo, el guerrillero, Mujica, pasó quince años de su vida en prisión como rehén. Iban a matarlo si los Tupamaros retomaban las acciones armadas; vivió con otros rehenes un aislamiento total: pasó cerca de dos años en un pozo sin movilidad y eran rotados por las prisiones militares, sin contactos con el interior o el exterior.

"Yo tenía siete ranitas a las que alimentaba con miguitas de pan –recuerda ahora,varios siglos más tarde–. ¿Sabés que las hormigan gritan? Lo descubrí al ponerlas al oído para entre tenerme. Estuve siete años sin leer nada, salvo unos pedazos de diarios."
"A veces nos comunicábamos por morse.También con voces, estornudos, nos pasábamos señales de vida. El sueño nuestro cuando nos sacaban al baño era encontrar pedazos de diario en vez de papel higiénico, para saber qué pasaba afuera", continúa el Pepe.

Hace unos meses, por primera vez, el Pepe se puso un traje. Llevó años arrastrarlo hasta la casa de Gabriel Mutto en la calle Maggiolo. Un presidente tiene que tener un traje.Bueno, traje sí pero corbata no. ¿Cómo que corbata no? Mutto aportó una idea diplomática:corbata sí, pero sólo con visitas de dignatarios extranjeros. O cuando le toque a él ir al exterior, sí. En ese caso, la corbata es una forma del respeto, y Uruguay respeta. "Uruguay es un pueblo respondón. No le vas a decir que se calle y obedezca. Somos conservadores anarquistas", dice Eduardo Galeano. "Hay que crear un banco para los pobres", sueña el Pepe, que no necesita más de 1.500 dólares para vivir y donará los 15 mil mensuales de su sueldo si gana, invitando al resto del gabinete a hacer lo mismo. Uruguay lo mira, entre conmovido y escéptico: ¿será lo que parece que es? ¿Parecerá lo que no puede ser? Gente rara, dijimos.

Conservadores anarquistas, dicen ellos. Mujica, el Viejo, es seguido por ejércitos de jóvenes. Su línea arrasó la interna del Frente Amplio con votantes nuevos, confirmando una vez más aquello de que no hay diferencias generacionales, sino viejos boludos.

"La vida tiene muchas cosas amargas –dice el Viejo– pero también ofrece revanchas. El problema es saber vivirla con continuidad y tener la capacidad de levantarse cuando se ha caído. Nosotros tuvimos esa experiencia (de la prisión). No la buscamos ni la planeamos, ocurrió de un modo que supera la imaginación de un novelista. Pero no vivimos para cultivar una memoria, mirando hacia atrás. Creo que el ser humano tiene que saber cicatrizar sus heridas y caminar en la perspectiva de futuro. Pues no podemos vivir esclavizados de las cuentas pendientes de la vida, si hacemos eso no se vive el porvenir de la vida, no se vive lo que está por venir. Y la vida es siempre porvenir.Yo tengo una memoria y sus recuerdos, no puede ser de otra manera. Pero dejo una cosa bien clara: el libro de mis cuentas pendientes, ése yo lo perdí. Y allá estaba yo, frente al Batallón Florida. ¿Pero qué restaba del Batallón Florida? La bandera, los trapos, los soldados marcando el pasado, tal vez con hambre, cumpliendo su misión. ¿Y la gente que me llevó a prisión? ¿De qué me voy a acordar? ¿De eso? No tiene ningun sentido. Es importante no olvidarse de nada, pero pienso que es necesario mirar el mañana. No se vive de recuerdos. Y, como militante, es necesario recordar que las credenciales también envejecen y deben ser renovadas. Es importante mirar al pasado pero también es necesario perderle el respeto."

Caído el Generalísimo Alvarez, los tupamaros organizaban charlas con el público, abiertas, en las plazas de Montevideo y el interior del país. Ni el ERP ni los Montoneros pudieron hacer lo mismo. El triunfo arrollador de la primera vuelta (Frente Amplio 48,16%; Blancos 28,94; Colorados 16,90) tuvo su dejo amargo con la negativa a la anulación de la ley de amnistía. La Ley 15.848 de la Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado (eufemismo uruguayo por Ley de Impunidad) divide aún hoy al país y limita a su mínima expresión la posibilidad de juicios por violación a los derechos humanos. Los uruguayos no tuvieron Malvinas: su transición, más parecida a la chilena, negoció una salida civil sin derrota militar alguna.

"Creo que no es posible hacer transformaciones relativamente importantes antes de quince o veinte años", dice el Pepe, a los 74 años. ¿Será posible mirarnos de manera trascendente? ¿Querrán los uruguayos trabajar por algo cuyos resultados no van a ver?

Uruguay vive, también, la trampa del discurso múltiple:honestidad en un paraíso del lavado de dinero, impunidad en un pequeño país donde los bancos, demasiadas veces, han dictado la ley.

Luis Alberto "Cuqui" Lacalle –en campaña descamisado, una versión oriental de Menem con mejor promedio en el colegio– es parte de un Uruguay que lucha por sobrevivir en medio del vendaval: la quiebra del Banco Pan de Azúcar, los negocios de los hermanos Rohm y adjudicaciones irregulares de medios a sus amigos se han transformado en pesadillas recurrentes.

Agazapado en medio del ring, el viejo Uruguay responde con lo que encuentra a mano: el sorpresivo "descubrimiento" de un arsenal de armas de guerra vinculadas a narcos brasileros pero adjudicadas oportunamente a una remake tupamara alteró hace unos días la siesta de Montevideo. Fue todo tan torpe, e ingenuo, que recordaba a aquella mucama de Pablo Neruda yendo a enterrar su segundo vestido al jardín "porque con Allende iban a llegar los comunistas al poder y se lo iban a quitar".

Mujica sabe que la manera de cambiar el país es lograr que los uruguayos cambien: "La deuda externa es impagable. Nosotros fingimos que pagamos y ellos fingen que nos cobran. Uno grita, pero el Fondo sigue igual, esta ahí. Lo que es necesario cambiar es nuestra postura. Porque a mí nunca me colocaron una 45 en la cabeza obligándome a pedir dinero prestado. El problema es que estamos educados para pedir prestado cuando enfrentamos dificultades. Y ellos 'generosamente' nos prestan. No lograremos cambiar el mundo con gritos, lo que es necesario cambiar, en primer lugar, es nuestra conducta. El día en que aprendamos a vivir con lo que tenemos, estaremos libres. No tenemos que cambiar al Fondo, somos nosotros los que tenemos que cambiar".

Tabaré Vázquez dejará el poder con al menos cuatro orgullos: haber cumplido su palabra de evitar la reelección, irse con el 70 por ciento de imagen positiva, haber reducido el 18 por ciento los hogares de niños pobres y haber implementado la que fue –en opinión de este autor– la noticia política más importante de la década en América latina (sí, leyó bien):Uruguay es el primer país del mundo que llevó adelante sin cortapisas ni remiendos el plan "una lap-top por chico": mientras en Argentina se discutía el precio, Uruguay entregó e instaló más de 460 mil computadoras personales.

Para decirlo de otro modo: cada chico del Uruguay en edad escolar primaria cuenta con su ordenador, puede llevarlo diariamente a su casa y compartirlo con su familia. Cada una de esas computadoras tiene una conexión gratuita a la red. El año próximo se comenzará con los alumnos secundarios. El relato tendencioso de los Rodríguez Saá suena, en este contexto, como una especie de broma: San Luis entregó sólo algunos miles de máquinas, dio créditos para comprar otras y llenó la provincia de conexiones wi-fi (conexiones, o sea: enchufes, no máquinas).

El nuevo desafío se llama ahora en Uruguay Plan Cardales: lograr que todos los hogares del país reciban cable, conexión a la red y teléfono a un precio casi simbólico, como paso previo a la informatización de todas las áreas de gobierno para agilizar y transparentar las gestiones ante el Estado.

Ahí están nuestros primos: ¿tipos raros,no? Se merecen que les vaya bien.